Ante una gran dificultad… ¿hundirse o salir reforzado?

Ante las crisis personales o ambientales parece que, “lo que toca”, es deprimirse, hundirse, venirse abajo… y en muchas ocasiones así es, es el proceso natural. Pero en los períodos de profundo sufrimiento también hay oportunidades para crecer, salir más adaptados, más luchadores y mejor personas.

2014-12-14 16.22.08

¿Qué hacer cuando en la pantalla aparece el final?  Quería utilizar este texto e imagen de la ilustradora Paula Bonet como elemento de inicio para explicar qué podemos hacer, cuando ante nosotros se presenta una grave dificultad, una adversidad, entendida como un cambio o pérdida significativa que moviliza gran cantidad de recursos psicológicos y personales.

Esta concepción en psicología adopta el término de RESILIENCIA. Cabe destacar que la psicología ha tomado el concepto de resiliencia de la ingeniería, donde se refiere a la magnitud que cuantifica la cantidad de energía que absorbe un material al momento de romperse por un impacto. El cálculo se realiza en base a la unidad de superficie de rotura.

La resiliencia está vinculada a la autoestima, por lo que es importante trabajar con los niños desde pequeños para que puedan desarrollar sanamente esta capacidad.

Educar en la resiliencia. Se sabe que un niño con buena autoestima se transformará en un adulto con buena capacidad de resiliencia, por lo que estará preparado para superar los obstáculos que encuentre a lo largo de su vida.

La resiliencia  es la capacidad que tiene una persona o un grupo de recuperarse frente a la adversidad. En ocasiones, las circunstancias difíciles o los traumas permiten desarrollar recursos que se encontraban latentes y que el individuo desconocía hasta el momento.

No podemos evitar el sufrimiento y el dolor que está presente en muchas circunstancias de la vida, a diferencia de lo que tradicionalmente se ha argumentado desde algunas corrientes, tratar de evitar, luchar o escapar del dolor, generalmente se convierte en un arma arrojadiza. Lo convierte en un problema de dimensiones mayores, es lo que hacemos con lo que nos pasa generalmente lo que se convierte en un problema, no lo que nos pasa en sí mismo. La pretendida solución en muchos casos es parte del problema, cuando intentamos «controlarlo» es cuando más se generaliza, mantiene y perpetúa.

La investigadora Emmy Werner, allá por finales de la década de 1970, publicó una investigación realizada a lo largo de 18 años, en una isla de Hawai, en la que investigó qué variables influían en la vida de 660 niños cuya situación ambiental y personal era, a todas luces desastrosa: pobreza, falta de cuidados, violencia, etc. y descubrió, para su sorpresa, que el 30% de estos niños, al final del estudio ya adultos, eran “invulnerables” a esta situación potencialmente tan dañina. ¿Por qué?

Fundamentalmente, según Werner, por vivir con un adulto de referencia que les aportaba cariño y seguridad.

Pero había algo más que compartían todas esas personas:

1- Autoestima consistente, basada en lo que ellos eran; no en lo que hacían.

2- Introspección: capacidad de conocerse a sí mismos, de darse cuenta de sus virtudes, fallos, emociones…

3- Independencia: no necesitar a los demás para tomar iniciativas.

4- Capacidad de relacionarse: habilidad para comunicarse efectivamente con las personas que les rodean.

5- Iniciativa: habilidad para ir por delante en la propuesta de acciones a tomar.

6- Humor: saber reírse de lo que acontece y de uno mismo.

7- Creatividad: inventar, relacionar dos aspectos nuevos entre sí.

8- Moralidad: poseer valores y principios que guían su comportamiento.

9- Pensamiento Crítico: poner en duda las verdades establecidas y ponerlas a prueba.

De este modo existen una serie de factores y variables individuales, todas ellas con valor adaptativo, y que pueden ser adquiridas, a través del aprendizaje, que nos proporcionarán herramientas para afrontar un circunstancia aversiva de un modo resiliente.

Antonia M. Ramírez, Psicóloga clínica